Recuerdo que comí sopa de cebolla la primera vez que fui a París. Nos sentamos en la terraza del típico bistro con mesas pequeñitas y mantenidos de cuadros. Era verano, pero en muchas d ellas mesas tenían unas sopas humeantes con tostadas de queso por encima con una pinta estupenda y pregunté al camarero sobre el plato. Me dijo que era sopa de cebolla, muy típica en Francia. Y la pedí. El sabor era delicioso, un caldo con mucho sabor, la cebolla melosa y muy rica y el toque de la rebanada de pan crujiente y el queso fundido.
Me supo tan rica en aquella terraza que es una receta que me trae unos recuerdos estupendos. No la suelo hacer mucho en casa, pero cada vez que la hago me transporta a ese bistró parisino y me encanta.